ÁVILA

 

PALACIO DE CONTRERAS O POLENTINOS

El mayorazgo de la Casa de Contreras fue constituido hacia 1443 por D. Diego González de Contreras, quien instituyó que pasara de padres a hijos, si estos no entraban al servicio de la iglesia, en cuyo caso pasaría al siguiente hijo varón y en último caso a las hijas. Pasado el tiempo una de sus descendientes se casó con D. Francisco de Colmenares, Conde de Polentinos, iniciándose un pleito por el mayorazgo que terminó siendo el de Polentinos y de aquí que el palacio, uno de los más bellos de Ávila, reciba estos dos nombres. Andando el tiempo, en el siglo XIX, fue sede de la Capellanía Militar de Castilla la Vieja, ocupando este cargo el General Pavía "Marqués de Novaliches", quien fuera derrotado en la Batalla de la Puerta de Alcalá que acabó con el reinado de Isabel II, perteneciendo desde entonces y hasta nuestros días al Ejército.

                                                                     las murallas de avila

PALACIO DE LOS BRACAMONTE

La familia Bracamonte desciende de los Braquemont de Normadía (Francia) siendo una de las primera en venir a Ávila, tras su reconquista junto a el también francés D. Raimundo de Borgoña, quien dirigió la reconstrucción de la ciudad. Toda la familia es de gran tradición guerrera, estando siempre en las guerras junto al Rey y en las más importantes batallas de la reconquista como la célebre "batalla de Aljubarrota" junto a Juan I . En 1391, Mosén Rubí de Braquemont, cuyo nombre viene de mossén que significa "señor" en catalán y de rubí, que es diminutivo de Roberto, viene a España para firmar un tratado de amistad entre el monarca de España, quien entonces era Enrique III, y Francia, siéndole otorgado el Señorío de Fuente El Sol en Medina de Rioseco y varias tierras en Ávila, Salamanca y Toledo por los servicios prestados por él y sus ascendientes a la corona de Castilla, este hombre tomó parte también en la defensa del Castillo de los papas en Aviñon y en el traslado del Papa Luna hasta Peñíscola, pero se afinca definitivamente en España en 1405 y muere en Toledo en 1419, siendo trasladados sus restos hasta Ávila en 1575, por su nieto D. Francisco, reposando en la Capilla de la Anunciación, hoy conocida por su nombre, es decir, como Capilla de Mosén Rubí por ser él quien la terminó. Fue su hija Doña Juana de Bracamonte la que heredó el señorío de Fuente El Sol y que casó con el Mariscal Pedro Dávila, siendo estos los constructores del actual palacio, adosado a la muralla y que da nombre a la puerta y plaza cercanas al mismo, esto es, la Plaza de Fuente El Sol y la Puerta del Mariscal.

                        puerta del alcazar

PALACIO DE LOS VELADA

Este palacio fue mandado levantar por Núñez de Arnalte, quien fuera tesorero de los Reyes Católicos y el mayor mecenas del Convento de Santo Tomás, a la sazón, residencia de verano de dichos monarcas, pero muere sin hijos y su mujer, Doña María Dávila, lo dona al Convento de las Gordillas, pero los apuros económicos de dicha orden obligan a venderlo de nuevo y esta vez es adquirido por Doña Teresa Carrillo (sobrina del obispo) quien casa con Gómez Dávila, Sr. de Velada y la Colilla, nombrado Marqués de Velada por Felipe II. En él se alojaron la Reina Isabel de Portugal y sus hijos Felipe II y Doña María, esposa e hijos de Carlos I de España y V de Alemania, cuando vinieron a la ciudad para que Felipe II fuese "vestido de mayor", es decir, para su presentación en sociedad que se realizó en el Monasterio de Santa Ana, y más tarde lo haría también el propio Carlos I con motivo de una visita a la ciudad.

 

PALACIO DE LOS VERDUGO O DE DON SUERO DEL ÁGUILA

Triste historia la de este palacio que en su día viera gran esplendor, fue mandado construir por D. Suero del Águila quien tuvo 22 hijos pero que a todos vio morir, por lo que a su muerte fue legado a los jesuitas quienes tenían un convento en la afueras de Ávila. Una vez que tomaron posesión de él fue constituido como convento de los mismos en la ciudad y allí fundaron también la iglesia de San Ignacio y el hospital, pero poco duró todo aquello pues apenas dos décadas después de esto, los jesuitas decidieron trasladar todo a su ubicación actual, es decir, en el hoy Palacio Episcopal y el palacio quedó cerrado. Con el transcurrir de los años perteneció también a ilustres familias, como la de Campomanes, en el S. XIX pero actualmente se encuentra cerrado y a la espera de ser rehabilitado para albergar diversas instituciones públicas como el patronato de turismo.

 

Pedro Dávila

Existe en Ávila un bello palacio renacentista que se abre a una espaciosa plaza en cuya fachada podemos ver una maciza puerta y a su lado una ventana, es en esta ventana donde nos llama la atención una inscripción que lleva labrada en la misma piedra y que dice: "Donde una puerta se cierra, otra se abre".

Enseguida nos empezamos a preguntar qué sentido tiene aquello, qué significan esas palabras, y una vez más, es en una de las muchas historias de esta ciudad donde encontramos la respuesta.

El palacio perteneció a D. Pedro Dávila, a quien correspondía la defensa del lienzo de la muralla que se contempla desde El Rastro, y allí podemos ver una puerta pequeña pero tapiada, esta puerta perteneció en su día a la señorial casa de Pedro Dávila y fue mandada tapiar por el Concejo de la ciudad y más tarde vuelta a abrir por mandato de la Reina Doña Juana, pero con el correr de los tiempos el Concejo de nuevo mandó tapiarla y ya de nada sirvieron los ruegos y apelaciones de D. Pedro Dávila para mantener abierta la poterna del rastro.

D. Pedro Dávila era, por encima de todo, un hombre de armas que había participado y ganado innumerables batallas siendo siempre el primero en los asaltos, y por este motivo nos es fácil imaginar cuán colérico se mostró al conocer la decisión que el Concejo había tomado sobre su casa, así que viéndose impotente para llevar a cabo su deseo, mandó abrir un gran ventanal al lado mismo de la puerta de acceso a su casa y con gran altivez, en el dintel inferior mandó grabar la siguiente frase: "DONDE UNA PUERTA SE CIERRA OTRA SE ABRE", que dejaba bien claro que a D. Pedro Dávila nadie le desafiaba en sus decisiones.

 

                                                                                                                           

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