CANTABRIA

 

LA MOZA Y EL SEÑOR

Esto ocurrió durante la reconquista.

En un palacio de Barcena estaban de criados un mozo y una moza, que se amaban con el amor más puro y verdadero que pueda recordarse. Después de ahorrar durante mucho tiempo para poder comprar lo que les hacía falta, pidieron permiso al amo y se casaron en la iglesia de Barcenamayor. Siguieron trabajando en el palacio, pero poco tiempo después de casarse estalló una guerra y tuvo que ir a ella el amo de los mozos y muchos señores de los pueblos de este valle, que fueron llamados por el rey. También tubo que ir el recién casado a la guerra como criado del señor mientras que la mujer se quedó de encargada en el palacio. La guerra duró mucho tiempo, más del que nadie hubiera imaginado. Pero llego el día de la victoria cristiana y el amo y el criado volvieron a Barcenamayor montados en dos caballos.

En el camino se acordaba el amo de la hermosura que tenía la mujer del su criado. Los malos pensamientos no le dejaron en paz en todo el camino. Y tal era el deseo que la joven criada despertaba en él que loco de rabia y celos arrimó su caballo al del criado y le mató con la espada, enterrándole a la orilla del camino en un matorral. El pobre criado, que había servido a su amo con lealtad, quedó enterrado en medio del camino.

El amo siguió andando sin mirar para atrás y llegó al palacio al anochecer. Al poco rato de llegar, preguntó por la mujer del criado para decirle que lo habían matado en la guerra y que él la quería y que estaba enamorado de ella; pero los otros criados le dijeron que la pobre moza se había muerto de tristeza por no saber nada del su hombre y creer que le habían matado en la guerra.

El amo se desesperó y quiso matar a todos los criados con la espada que traía. De nada le había valido matar al criado para perder a la su mujer. Cansado y lleno de remordimientos, se acostó quedándose dormido. A la media noche, se despertó y vio sentada a los pies de la su misma cama a la joven criada, con la cara blanca como la nieve y los ojos entristecidos. El amo se asustó pero ella lo tranquilizó rápidamente: "Le han engañado amo, porque yo dije a los criados que le dijeran que me había muerto para dale esta sorpresa; pero no me he muerto, y como mi hombre murió en la guerra, quiero corresponder al cariño que usted me tiene con toda el alma y con todo el corazón. Yo le quiero igual que usted a mí."

El amo se levantó corriendo y loco de contento para abrazar a la moza, pero la criada echó a correr riendo y no paró hasta llegar al jardín, donde el amo la alcanzó. Después, agarrados del brazo, fueron por el camino por donde había vuelto de la guerra el amo. Hablaban como dos enamorados y casi sin darse cuenta llegaron al sitio donde el amo había matado a su fiel criado. Hacía una noche espléndida, pero cuando llegaron al matorral se puso muy oscura y sonaron truenos y cayeron muchos relámpagos.

La moza miró con mucha rabia al amo y le dijo: "No te engañaron los criados, no. Yo soy el alma de la mujer del que mataste y que está enterrado en este matorral. Me he aparecido a ti para castigarte en el mismo sitio en que mataste a mi hombre."

El amo echó a correr asustado cuando sonó otro trueno más fuerte y se abrió una torca en el camino tragando al condenado, que cuando se sepultaba en la torca vio el alma de la criada agarrada a la mano de su hombre subiendo los dos hacia el cielo, como si tuvieran las alas de los ángeles.

 

LA SIRENUCA

Cuenta la leyenda que una guapísima moza de Castro Urdiales, desobedeciendo a su madre, tenía por costumbre mariscar en los acantilados más peligrosos para cantar al compás de las olas.

Tan desesperada tenía a su madre que la buena mujer la maldijo en un momento de arrebato: "¡Así permita el Dios del Cielo que te vuelvas pez!". Una noche de San Juan, yéndose a bañar, desaparece en la corriente y se convierte en mitad mujer y mitad pez.

Mucho después, unos pescadores que faenaban en aguas de Cádiz lo atraparon con las redes y, oyéndole repetir el nombre de su pueblo es devuelta allí. Pero incapaz de poder vivir ya entre los hombres es devuelta al mar. Se dice que, aún hoy en día, deja oír su canción a los navegantes perdidos entre la bruma, que de esta manera saben que se acercan a los acantilados.

                                                                            

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